lunes, 24 de diciembre de 2018

Evangelio del 24 de diciembre. Lunes cuarto de Adviento.

Lectura del santo Evangelio según Lucas 
Lc 1,67-79

Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:

«Bendito el Señor Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la casa de David, su siervo,
como había prometido desde antiguo,
por boca de sus santos profetas,
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian
teniendo misericordia con nuestros padres
y recordando su santa alianza
el juramento que juró
a Abrahán nuestro padre,
de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor
en santidad y justicia
en su presencia todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,
pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos
y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que harán que nos visite una Luz de lo alto,
a fin de iluminar a los que habitan
en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»




Su padre, Zacarías, lleno de Espíritu Santo, profetizó: Bendito el Señor, Dios de Israel.
Antes de este glorioso momento, Zacarías ha sufrido su purgatorio, una larga noche oscura de nueve meses. Exactamente desde que el ángel del Señor le dijera: quedarás mudo por no haber creído (Lc 1, 20). El silencio y el sufrimiento han ayudado a Zacarías a desembarazarse de las rémoras que lastraban su vida espiritual: la costumbre, la rutina, el conformismo… Ahora es libre. Contra el parecer de parientes y vecinos ha decidido, de acuerdo con su mujer Isabel: Su nombre es Juan. El silencio y el sufrimiento han afinado mucho su sintonía con Dios.

El Cántico de Zacarías, el Benedictus que muchos rezamos temprano todas las mañanas, es un regalo de paz que nunca pierde frescura. Saboreamos sus palabras como si acabasen de ser pronunciadas, como si cada día fuesen nuevas: ha visitado y redimido a su pueblo…, nos ha suscitado una fuerza salvadora…, que nos salva de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian (esos que todos llevamos dentro)…, así podemos servirle sin temor en santidad y justicia en su presencia todos nuestros días…, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios que harán que nos visite una Luz de lo alto…

Es el alba del nuevo día. La Luz está llegando. La Luz que cambia la noche en día, la muerte en vida, la esclavitud en libertad. Un sol que destruye nuestros pecados de miedo, de miseria, de odios y de hipocresía. Un sol que alumbra los trazos de un nuevo camino: el de la paz.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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