lunes, 31 de diciembre de 2018

Evangelio del 31 de diciembre. Día séptimo de la Octava.

Lectura del santo Evangelio según Juan 
Jn 1,1-18

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. 

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: 

«Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» 

Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.




En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
San Juan comienza su Evangelio con un prólogo que es un solemne pórtico de la gloria. También podríamos compararlo a una gran obertura en la que nos da un anticipo de todo el libro. Jesucristo es la Palabra de Dios. Dios pronuncia su Palabra en Jesús. Y no tiene más que decir; lo dice todo en Jesús. En Él está la plenitud de la divinidad, divinidad que, al final del Evangelio, será proclamada por el discípulo Tomás: Señor mío y Dios mío.

Esta Palabra, Jesús, es Luz, es Verdad, es Vida; es la salvación del mundo. Pero esta Palabra vino a los suyos y los suyos no la acogieron. Aunque hubo algunos que sí la acogieron y la seguimos acogiendo. A éstos, a los que creemos en su nombre, nos hace capaces de ser hijos de Dios.

El momento cumbre de este prólogo es: La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Jesús, el hijo de María, es  Dios y es Hombre. Por eso reside en Él toda la misericordia de Dios, misericordia superior a cualquier pecado, misericordia que no acepta límites.

Celebramos el último día del año. Lo celebramos con el perdón y con la acción de gracias. El año ha tenido cosas buenas y cosas menos buenas. Dice el Papa Francisco: Las cosas buenas no suelen ser noticia. Pero el bien vence siempre, incluso si en algún momento puede presentarse más débil y escondido. La compañía de la misericordia es luz para comprender mejor lo que hemos vivido, y esperanza que nos acompaña al inicio de un nuevo año.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 



 

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