martes, 1 de enero de 2019

Evangelio del 1 de enero. Santa María, Madre de Dios.

Lectura del evangelio según Lucas
Lc 2, 16-21

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: 

«No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:  os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» 

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:

«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»

Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: 

«Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» 

Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le puso el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.



Los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre… María, por su parte, conservaba todas estas cosas en su corazón.
Hoy, Octava de Navidad y primer día del nuevo año, celebramos la maternidad de María. Ella, con esa actitud constante de interiorizarlo todo, nos propone la manera mejor de recibir el don supremo de Dios que es su hijo Jesús, el Hijo de Dios. Los pastores, después de contemplar la escena del pesebre, se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se les había dicho. ¿Cómo es posible que una escena tan humilde provoque semejante fervor? Con razón comenta el Evangelista que su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él (v. 33).

En este día de su fiesta, contemplemos a la Madre. Ella se sabe parte del gran misterio de Dios, aunque apenas comprende nada. Se ve a sí misma gloriosamente arrollada por ese tsunami del amor de Dios que se apodera de ella y se apodera del mundo entero. No pierde detalle de lo que sucede y se dice; lo ve todo firmado por Dios. Comprende que, a pesar de las muchas sombras y miserias, tanto la historia personal de cada uno como la historia universal son algo maravilloso.

Así lo entendió también el Papa Pablo sexto: Todo es don. En el fondo de la vida, en el fondo de la naturaleza y del universo se encuentra el Amor. ¡Gracias, oh Dios, gracias y gloria a ti, oh Padre!

Así lo entiende el Papa Francisco: La Navidad nos ha llamado a ir a Belén, y el año que se inicia nos invita a vivir como los pastores, que fueron a Belén y volvieron dando gloria y alabanza a Dios. Alabamos a Dios por hacernos partícipes de su amor y salvación en su hijo nacido en Belén y proclamado al mundo. Como María, viviremos mirando el rostro de Jesús.



Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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