domingo, 6 de enero de 2019

Evangelio del 7 de enero. Lunes del tiempo de Navidad.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 
Mt 4,12-17.23-25

Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaún junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:

¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, allende el Jordán,
Galilea de los gentiles!
El pueblo que habitaba en tinieblas
ha visto una gran luz;
a los que habitaban en paraje de sombras de muerte
una luz les ha amanecido.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: 

«Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.»

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le siguió una gran muchedumbre d
e Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.


El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz, a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido.
Antes de comenzar su misión de proclamar la Buena Noticia, Jesús se ha retirado al desierto. Allí permanece durante cuarenta días madurando su proyecto. Acabado el retiro, se establece junto al lago de Galilea, en Cafarnaún. El Evangelista introduce esta nueva etapa en la vida de Jesús con las palabras de Isaías: Jesús es la luz que disipa las tinieblas y las sombras que tanto oprimen a los humanos. No tenemos más que mirar en nuestro entorno, quizá en nuestra propia interioridad, para confirmar la triste realidad de las sombras y tinieblas que nos avasallan. ¿Cómo hacer para que el esplendor de esa luz brille en nuestras vidas? Nos lo dice Jesús:

Convertíos porque el Reino de los Cielos ha llegado.

Convertíos. Cuando Jesús habla así, no piensa en una conversión moral. Las sombras y tinieblas no desaparecen solamente con eso. Cuando Jesús habla de conversión piensa en la fe: que creamos en Él y que Él ocupe el centro de nuestras vidas. Entonces sí desaparecen sombras y tinieblas.

Hoy en día vemos cómo, con frecuencia, los más jóvenes admiran y envidian a sus mayores por su serenidad, su fortaleza, su vida luminosa. El secreto está en que los mayores son creyentes, mientras los jóvenes no lo son. El no creyente va por la vida como las tortugas, envuelto en caparazones y miedos. El creyente va por la vida como las águilas, viéndolo todo desde alturas luminosas. Los creyentes no dejamos de dar gracias a Dios por la iluminación que nos ha regalado.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 



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