Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron:
«El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.»
Él les contestó:
«Dadles vosotros de comer.»
Ellos le dicen:
«¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
Él les dice:
«¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.»
Después de haberse cerciorado, le dicen:
«Cinco, y dos peces.»
Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. Los que comieron los panes fueron cinco mil hombres.
Al desembarcar, vio un gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor.
La compasión que Jesús siente ante la gente no se queda en sentimientos o palabras. Menos aún, en condenas a los dirigentes políticos o religiosos despreocupados del bienestar del pueblo: Mi pueblo era un rebaño perdido que los pastores extraviaban por los montes, iban de monte en colina, olvidando el aprisco (Jr 50, 6). La compasión de Jesús busca inmediatamente soluciones. Primero, se pone a enseñarles muchas cosas. Después, cuando se hacía tarde, y los discípulos le piden que despida a la gente para que cada uno se procure su sustento…
Él respondió: Dadles vosotros de comer.
Todo discípulo, todo cristiano, ha sido llamado para, en primer lugar, estar con Él. Pero este estar con Él, si auténtico, se proyecta necesariamente hacia el bienestar de los demás. Una piedad intimista que olvida a los prójimos es un lastimoso engaño. El Papa Francisco nos dice: Sé misericordioso como Él, escucha, atiende y acompaña a los que sufren. Jesús nunca desliga el alimento espiritual del material.
Ordenó que los hicieran recostarse en grupos sobre la hierba verde.
Es un cuadro idílico. Resuena el eco del salmo: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar (23, 1). Contemplando asiduamente a Jesús iremos copiando sus actitudes. Comprenderemos, cada día un poco mejor, que toda situación, comenzando por las más comprometidas, es una prueba de fe y de disponibilidad. Aprenderemos a afrontar cualquier reto como Él: con valentía, con inventiva, con confianza. Siendo muy consciente de mis limitaciones seré más consciente de que con Él todo es posible: incluso mover montañas. Lo sabía bien María en Caná.
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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