Lectura del santo Evangelio según Marcos
Mc 9,30-37
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía:
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba:
«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo:
«Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo:
«El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»
Desde allí fueron recorriendo Galilea, y no quería que nadie lo supiera.
¿Por qué? Quería ocuparse solamente de sus discípulos. No es la primera vez que lo hace. Poco antes se había retirado, con la misma intención, a la región de Cesarea de Felipe (8, 27). También entonces les habló de su Pasión. No lo comprendieron entonces, no lo comprenden ahora: Ellos, aunque no entendían el asunto, no se atrevían a preguntarle.
El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres.
Será entregado. ¿Por quién? ¿Por los romanos? ¿Por los judíos? ¿Por los pecados de los hombres? No. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3, 16). En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él (1 Jn 4, 9). A los discípulos de entonces les costó entender a un Mesías crucificado; a los discípulos de hoy nos cuesta entender que el responsable último de la Pasión es el amor de Dios, no los pecados de los hombres.
El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.
¿Qué piensa el Señor ante tanta pedantería de vestimentas y títulos de la jerarquía eclesial? ¿Qué piensa el Señor ante nuestros aires de vanidad y suficiencia? Dice Teresa de Ávila: Mientras estamos en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad. Entendamos que no tenemos cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada. Y quien esto no entiende, anda en mentira. Y san Pablo: Nada hagáis por ambición ni por vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo (Flp 2, 3).
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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