viernes, 8 de marzo de 2019

Evangelio del 8 de marzo. Viernes después de Ceniza.

Lectura del santo Evangelio según Mateo 

Mt 9,14-15


Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: 
«Sígueme.» 
Él se levantó y le siguió.
Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: 
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» 
Jesús les dijo: 
«¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.»



Los discípulos de Juan le preguntan: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos y tus discípulos no ayunan?
Algunos discípulos de Jesús lo fueron antes del Bautista; no consta que, al seguir a Jesús, hayan tenido problema en abandonar prácticas y tradiciones tan veneradas como la del ayuno. La novedad del descubrimiento de Jesús choca con todo lo anterior. Le sucedió a Pablo que, ante el conocimiento de Cristo el Señor, consideraba basura toda su santidad anterior (Flp 3, 8).

Siguiendo la mejor tradición profética, Jesús pone poco énfasis en el ayuno estomacal. Prefiere el ayuno orientado al bien del prójimo, tal como hemos escuchado en la primera lectura: ¿No será éste el ayuno que yo elija? ¿No será partir al hambriento tu pan y que cuando veas un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes? (Is 58, 6-7). De todos modos será bueno y saludable imponernos algún tipo de ayuno personalizado: ¿de pantallas, de lamentos, de consumismos…?

Jesús les dijo: ¿Pueden los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos?
Jesús pasa del estómago al corazón. Los discípulos vivimos saciados, rebosando de alegría inefable y gloriosa, y alcanzamos la meta de nuestra fe, la salvación de las almas (1 P 1, 8-9).

Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.
Jesús se refiere ahora al más severo de los ayunos: el de la noche de la fe. Ejemplo clásico es el de Teresa de Lisieux: Las nieblas que me rodean se hacen más densas… Cuando canto la felicidad del cielo no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer… Pero no quiero escribir más, por temor a blasfemar… Hasta tengo miedo de haber dicho demasiado.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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