Lectura del santo Evangelio según Mateo
Mt 7,15-20
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.»
Por sus frutos los conoceréis.
Jesús nos pone en guardia ante los falsos profetas que llegan disfrazados de ovejas pero por dentro son lobos rapaces. Los conoceremos por sus frutos. Frutos que tienen poco que ver con palabras más o menos bonitas. ¿Y si me aplico ese criterio a mí mismo? Porque es posible vivir engañado, pensando que soy árbol bueno, pero luego resulta que el Señor no encuentra frutos en mí. Como no los encontró en la higuera que no tenía higos y la maldijo y se secó (Mt 21, 18-19).
¿En qué piensa Jesús cuando habla de FRUTOS? En las cosas que exige en la parábola del juicio final: dar de comer al hambriento, de beber al sediento… (Mt 25, 35-36). ¿Puedo decir que mi vida cristiana está decididamente orientada a obtener esos frutos, o acaso me quedo con las hojas y las flores de unas prácticas piadosas? Dios quiere amor y entrega a los demás, más que rezos y sacrificios.
También podría echar un vistazo a la larga lista de frutos malos y buenos que ofrece san Pablo. A los malos los llama frutos de la carne (del ego). Estos son algunos de ellos: fornicación, odios, discordia, ambición, divisiones… A los frutos buenos los llama frutos del Espíritu. Entre ellos: amor, alegría, paz, paciencia, bondad… (Gal 5, 19-25). Los frutos buenos, los frutos del Espíritu, no brotan espontáneamente. Hay que cultivarlos con esmero en la interioridad, en el fondo del corazón. Leemos en el profeta Jeremías: ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas…, que nunca deja de dar frutos (Jr 17, 7-8).
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
No hay comentarios:
Publicar un comentario