"Tras comulgar somos custodias vivas llevando a Jesús"
Lectura del Evangelio según Lucas
Lc 9, 10-17
Cuando los apóstoles regresaron le contaron cuanto habían hecho. Y él, tomándolos consigo, se retiró aparte, hacia una ciudad llamada Betsaida. Pero la gente lo supo y le siguieron. Él los acogía, les hablaba del Reino de Dios y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.
Pero el día había comenzado a declinar y, acercándose los Doce, le dijeron:
«Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.»
Él les dijo:
«Dadles vosotros de comer.»
Pero ellos respondieron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.»
Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos:
«Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así y acomodaron a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.
Podríamos pensar que el Evangelio que acabamos de escuchar no es el más oportuno para esta fiesta del Corpus Christi. ¿Quizá el de la narración de la institución de la Eucaristía estaría mejor? ¿O aquél otro en el que Jesús habla de su carne como verdadera comida y de su sangre como verdadera bebida? Si así pensamos, estamos equivocados, porque el Evangelio que hemos escuchado es muy eucarístico. Nos habla de algo tan fundamental como la dimensión social de la Eucaristía. Nuestra misa debe resultar en un orientar nuestra vida hacia los demás. De lo contrario la misa no será sino un adorno inútil de nuestra semana o de nuestro día.
Cuando aquel día los discípulos de Jesús, al atardecer, se acercan a Jesús para sugerirle que despida a la gente para que cada uno se busque su sustento, Él les dice:Dadles vosotros de comer. Ellos, naturalmente, se sorprenden. Imposible dar de comer a todos con lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero Jesús insiste. Y tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, los bendijo, los partió y se los fue dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos.
Nunca quedemos satisfechos con la dimensión intimista y personal de la Eucaristía. Al terminar la misa debemos llevar siempre con nosotros las palabras de Jesús: Dadles vosotros de comer. Tanto en el pequeño mundo en que nos movemos como en el mundo mundial, las necesidades son muchas, materiales y espirituales. Las materiales las cubrimos parcialmente con la colecta que hoy hacemos. Pero no nos demos por satisfechos con nuestras contribuciones monetarias puntuales. La nuestra debe ser una disposición permanente. En torno a nosotros, necesidades materiales aparte, las necesidades espirituales son tan enormes: vaciedad, superficialidad, hastío, descontento, falta de sentido de la vida… Nosotros, los creyentes, estamos supuestos a ser ricos en luz y en paz; y estamos supuestos a sentirnos cómodos con todo, incluso con nosotros mismos.
Así que orientemos la Eucaristía y la vida hacia los demás, siempre acompañados por las palabras de Jesús: Dadles vosotros de comer.
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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