lunes, 8 de julio de 2019

Evangelio del 8 de julio. Lunes 14.

Lectura del Evangelio según Mateo 

Mt 9,18-26

Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postraba ante él diciendo: 
«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá.» 
Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí:
 «Con sólo tocar su manto, me salvaré.» 
Jesús se volvió, y al verla le dijo: 
«¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado.» 
Y se salvó la mujer desde aquel momento. Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: 
«¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida.» 
Y se burlaban de él. Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y esta noticia se divulgó por toda aquella comarca. 



Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postraba ante Él diciendo: Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá.
Así les estaba hablando. Hablaba de vinos y odres, para decir que el vino nuevo hace reventar los odres viejos. Ahora continúa diciendo lo mismo, no con palabras sino con hechos. Quiere que nosotros, sus discípulos, no pretendamos remendar la vieja religiosidad con petachos de Evangelio.

Impón tu mano sobre ella y vivirá… Con sólo tocar su manto, quedará sana.
Los dos, tanto el padre de la niña muerta como la hemorroísa, tienen mucha fe en Jesús. Creen incluso que tiene poder sobre la muerte. Pero necesitan tocar; o ser tocados. Es una fe que debe madurar hasta alcanzar el nivel de la del centurión romano o de la mujer cananea. Es la fe que pide Jesús a su amiga María Magdalena: Suéltame (Jn 20, 17). O la que desea en todos nosotros: Dichosos los que creen sin haber visto (o tocado) (Jn 20, 29).

Un autor espiritual escribe: No cultivemos una fe poco pura que pretende signos tangibles y que no parte de la escucha de la fe, sino que cree sólo después de haber visto. Corremos el riesgo de crear generaciones de personas siempre dispuestas a trasladarse en coche o en autobús de un lugar a otro para captar un mensaje, para conocer a una vidente, para asistir a manifestaciones carismáticas o a exorcismos. El peligro es el de una fe morbosa, supersticiosa, que debilita la simplicidad y la humildad de esa fe evangélica ciertamente expresada en lo sensible, pero basada en una adhesión profunda y total a la Palabra, no en la búsqueda afanosa de signos, muy a menudo ambiguos.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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