Lectura del santo Evangelio según Lucas
Lc 12, 34-48
«No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre.
Dijo Pedro:
Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?
Respondió el Señor:
¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente?
Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: `Mi señor tarda en venir', y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le castigará severamente y le señalará su suerte entre los infieles.
Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.»
No temas, pequeño rebaño, que vuestro Padre ha decidido daros el Reino.
Jesús no se cansa de insistir en que no tengamos miedo. Somos en verdad, y lo vemos cada día más claro, un rebaño pequeño, insignificante; como el formado por Jesús y sus discípulos. Un día les dirá, y nos lo dice a todos: ¡Ánimo! Yo he vencido al mundo(Jn 16, 33). Cuando el Espíritu lleva al discípulo de Jesús al incomparable descubrimiento del Dios de Jesús, del Dios-Abbá, entonces todo miedo desaparece. Entonces la fe no consiste en creer lo que no vemos; entonces la fe consiste en poseer anticipadamente lo que esperamos; entonces la fe es experiencia de salvación.
Dichosos los criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre velando: os aseguro que se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo.
La paciencia y la espera no encajan bien con los tiempos que vivimos. Antiguamente no importaba emplear siglos en la construcción de una catedral. Hoy, todo tiene que ser inmediato. Por eso que los creyentes necesitamos ejercitarnos a conciencia en el arte de la espera y de la paciencia. Comencemos por caminar despacio; intentemos vivir sin prisas. Dejemos espacios a Dios-Ábbá; démosle la oportunidad de tener en sus manos el control de nuestras vidas. No precipitemos decisiones, ni las de grueso ni las de pequeño calibre. No se trata de dejar de actuar por pereza, ni se trata de vivir con los brazos cruzados; la espera puede exigirme un esfuerzo mayor que el ponerme a la tarea. Se trata de vivir más intensamente la fe-confianza. Él, llegado el momento, su momento, actuará.
Se dice, y se dice bien, que sabemos cuánto nos quieren los demás por el tiempo que son capaces de esperarnos. Si sabemos esperar serenamente, es que confiamos en Él. Recordemos sus palabras: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve (Lc 22, 27).
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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