martes, 10 de septiembre de 2019

Evangelio del 10 de septiembre. Martes 23.

Lectura del Evangelio según Lucas 

Lc 6,12-19

Por aquellos días, se fue él al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles: 
A Simón, a quien puso el nombre de Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelota; a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor. 
Bajó con ellos y se detuvo en un paraje llano; había un gran número de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.



Por aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios.
No era lo habitual. Lo habitual era levantarse temprano y, en un lugar solitario, pasar un buen rato en compañía de Abbá. Pero ahora tiene pensado llevar a cabo algo excepcional: la elección de sus doce compañeros. Por eso su oración es también excepcional. La elección no va a depender de cualidades humanas, ni de capacidades intelectuales, ni de rectitudes morales. Va a depender de Abbá, y escogerá a los que Abbá ponga en su corazón. Al fin y al cabo será el Espíritu quien irá modelando y transformando a los elegidos. Asume el riesgo de toda elección: le decepcionarán, dejarán mucho que desear, uno le traicionará. Asume con naturalidad que también en su campo aparecerá la cizaña.

Cuando se hizo de día, llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles.
La mayoría eran pescadores incultos. Poco a poco se irán compenetrando de la persona y del mensaje de Jesús: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas (Lc 8, 10). Poco a poco se irán haciendo conscientes de lo privilegiados que son: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! (Lc 10, 23).

Los creyentes haremos bien en recibir todas estas palabras como dirigidas a nosotros, dando gracias al Padre que nos ha hecho capaces de participar en la herencia de los santos en la luz. Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo querido, en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados (Col 1, 12-14).


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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