Lectura del Evangelio según Lucas
Lc 6,20-26
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os
injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el
cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo
trataban sus padres a los falsos profetas.»
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.»
Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: Dichosos los pobres porque el reinado de Dios les pertenece.
Estamos mejor familiarizados con la versión de las Bienaventuranzas de Mateo. Hay importantes diferencias respecto a la versión de Lucas que escuchamos hoy. La diferencia más sustancial es que, mientras Mateo habla de los pobres de corazón (o de espíritu), Lucas habla de los pobres; así, pobres a secas. Jesús, en Mateo, nos invita a mirarnos primero a nosotros mismos y ver si somos pobres de corazón. En Lucas, nos invita a mirar primero a nuestros prójimos más necesitados. No son versiones excluyentes; son complementarias.
Dichosos los pobres porque el reinado de Dios les pertenece.
Los pobres. Hombres, mujeres, niños, ancianos desprotegidos e indefensos. También los que sufren por ser seguidores de Jesús: Dichosos cuando os odien…, os insulten y denigren vuestro nombre a causa de este Hombre. Saltad entonces de alegría que vuestro premio en el cielo es abundante.
La pobreza no genera felicidad. Tampoco Jesús la presenta como ideal de vida. Todo pobre quiere salir de su situación y Jesús hizo lo que pudo para aliviar las miserias de muchos. Por otra parte, la felicidad no es cuestión de escasez o abundancia de bienes. Es feliz quien se siente bien. Y el sentirse bien, la paz interior, es cuestión de armonía en las relaciones con Dios, con otros y con uno mismo.
Los seguidores de Jesús lo tenemos claro: Él es nuestra paz (Ef 2, 14). Y cuando el Resucitado está en medio de los discípulos les da la paz: Paz a vosotros. La paz y la alegría inunda sus corazones. De esta experiencia brota la fuerza evangelizadora del creyente; creyente que vive en pobreza de corazón y vive para los más pobres.
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