sábado, 28 de septiembre de 2019

Evangelio del Domingo 29 de septiembre. Domingo 26.

Octubre misionero: bautizados y enviados

Lectura del Evangelio según Lucas
Lc 16, 19-31

«Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico...pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado.

Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: `Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.' Pero Abrahán le dijo: `Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan hacerlo; ni de ahí puedan pasar hacia nosotros.'

Replicó: `Pues entonces, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también ellos a este lugar de tormento.' Abrahán le dijo: `Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.' Él dijo: `No, padre Abrahán, que si alguno de entre los muertos va a ellos, se convertirán.' Le contestó: `Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque un muerto resucite.'»
 




Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día.
Es la parábola del rico y del pobre. El pobre se llama Lázaro; el rico no tiene nombre. Es que los ricos no caben en el Evangelio. ¿O, quizá, mejor decir que el Evangelio no cabe en quienes ya están llenos de dinero o de sí mismos? La parábola puede ser fácilmente mal interpretada usándola como argumento para remitir la solución de los problemas sociales al más allá. Jesús no pretende hablarnos del cielo y del infierno. Pretende mostrarnos cómo el cielo, el bienestar personal y social, comienza allá donde se escucha la Palabra de Dios que nos permite encontrar al Señor en el necesitado.

¿Quizá el Señor nos permitirá añadir unas palabras a la introducción de la parábola? Decir, por ejemplo, que el rico era un importante influencer en su ciudad; que formaba parte de varias asociaciones culturales y filantrópicas; que cumplía con sus obligaciones religiosas… En fin, que según criterios humanos, estamos ante una persona modélica. Pero el criterio de Jesús desacredita categóricamente al rico. ¿Por qué? Porque pasa de largo ante el pobre echado junto a su portal. Como pasaron de largo ante el malherido el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano.
Un poco antes de esta parábola Jesús había dicho: No podéis servir a Dios y al dinero. Un buen capital, sea cosa del dinero o sea cosa del ego, nos hace insensibles ante el sufrimiento ajeno. El rico no es condenado por ser rico, sino por no hacer caso del pobre.

¿Qué caso hacemos nosotros de los pobres que se acercan al portal de nuestra casa? ¿Cuál es, por ejemplo, nuestra actitud interior ante tantos que se nos acercan en pateras dispuestos a perder la vida en el intento? No quedemos satisfechos con unos impulsos puntuales de generosidad cuando se nos pide colaboración para ayudar a necesitados cercanos o lejanos. Deberíamos emprender la tarea de vivir una vida un poco menos regalada, con la idea de compartir un poco más lo que tenemos.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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