sábado, 7 de septiembre de 2019

Evangelio del Domingo 8 de septiembre.


Lectura del santo Evangelio según Lucas
Lc 14, 25-33

Caminaba con él mucha gente y, volviéndose, les dijo: 

«Si alguno viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.»

«Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla?
 No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: `Éste comenzó a edificar y no pudo terminar.' O ¿qué rey, antes de salir contra otro rey, no se sienta a deliberar si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»




Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo…
Jesús no sabe de populismos; no parece muy contento con las multitudes que le siguen. Intuye que lo hacen porque piensan que el suyo es un camino fácil; intuye que, llegada la dificultad, le abandonarán.

Así que, volviéndose, dirige a las multitudes palabras fuertes: Si alguno acude a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Si queremos cristianos auténticos tenemos claras las exigencias del discipulado. Todo, incluso la familia, tiene que pasar a un segundo plano. Toda seguridad humana, tanto afectiva como económica, debe ser puesta a los pies de Jesús. Optar por Jesús, como cualquier otra opción, exige dejar lo que no se elije.

Dice el Papa Francisco: Optar por Jesús es una opción que pude dar satisfacciones que nadie puede dar. Aunque también conlleva posponer otras realidades. Posponer la familia y amigos no significa olvidarlos, sino vivir desde los criterios de Jesús antes que desde otros criterios humanos. Posponerse incluso a sí mismo significa poner en el centro de nuestra vida los criterios de Jesús por encima de los propios, dejar nuestro yo para poner en el centro a Jesús.

Lo mismo cualquiera de vosotros: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
¿Hasta dónde soy capaz de llegar en mis renuncias? Lo sabré viendo si en mi vida abunda más la queja o el agradecimiento. Si soy una persona quejosa, es porque siento que lo que recibo es menos que lo que doy. Y esto me llevará a adoptar actitudes pesimistas y amargadas. Pero si soy una persona agradecida, es porque soy gozosamente consciente de que si puedo dar es porque antes lo he recibido.

Recordemos: Si alguno acude a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


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