Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo:
«El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.»
Mas Jesús les dijo:
«No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.»
Dícenle ellos:
«No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»
Él dijo:
«Traédmelos acá.»
Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos, dio los panes a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó muchos enfermos. Jesús no puede ver una persona necesitada sin conmoverse. Pero es una conmoción que pasa de inmediato a la acción. Para él, la carencia de un necesitado es una oportunidad para hacer algo. Cosa que no sucede con los discípulos. Ellos puede que también se conmuevan, unos más y otros menos, pero no se les ocurre hacer nada y piensan que lo mejor es despedir a la gente. Que cada uno resuelva su problema. Parece lo más razonable. Pero lo razonable no encaja bien con Jesús. Por otra parte, la solución no es tan difícil; consiste en compartir.
No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer. Compartir significa partir con. Yo doy de lo mío y tú das de lo tuyo, y así descubrimos que lo común es lo de todos, la superación de lo tuyo y lo mío (Papa Francisco). Siempre que nos acercamos a la Eucaristía deberíamos tener los mismos sentimientos de Jesús ante aquella multitud necesitada: la compasión y la voluntad de compartir. Sin estos sentimientos, o al menos el deseo de tenerlos, no hay Eucaristía.
Para el creyente, toda situación, por penosa o dificultosa
que sea, debería ser entendida y vivida como una prueba de fe; y de
disponibilidad. Es cierto que somos poca cosa. Como es cierto que las
necesidades superan nuestras posibilidades. Aquellos discípulos dijeron
avergonzados: No tenemos más que cinco panes y dos peces. Pero a
Jesús no le importa la cantidad, sino la disponibilidad para compartir lo poco
o mucho que tenemos.
Traédmelos. Llega el momento central del relato. Parecería una celebración litúrgica con Jesús y los discípulos como protagonistas. La gente se acomoda sobre la hierba. Jesús toma en sus manos los panes y los peces, los bendice, los parte, y lo da a los discípulos para que éstos lo den a la gente. Sabe a Eucaristía. Lo que tenemos, poco o mucho, puesto en sus manos, se transforma y se multiplica: Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras.
Oh María,
Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
Fuentes: https://i.pinimg.com/originals/5d/56/f0/5d56f0fc0589f41b9ebfb1274b19ca6b.jpg
EL SITIO WEB OFICIAL DE LOS CARMELITAS
Evangelio Ilustrado. Facebook.
Meditación con el Evangelio del día. Buena Noticia.
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