lunes, 16 de noviembre de 2020

Evangelio del 16 de noviembre. Lunes 33.

Lectura del santo Evangelio según Lucas

Lc 18, 35-43

Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: 

«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» 

Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: 

«¡Hijo de David, ten compasión de mí!» 

Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran. Cuando se acercó, le preguntó: 

«¿Qué quieres que te haga?» 

Él dijo: 

«¡Señor, que vea!» 

Jesús le dijo: 

«Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.» 

Y al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Cuando el ciego se acercó, Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga?

¿Por qué no se acercó Él al ciego? Es el ciego quien se acerca a Jesús. Mejor dicho, se lo acercan quienes acompañan a Jesús. Los mismos que han intentado acallar las voces del ciego. En cada caso y en cada momento Jesús actúa de manera distinta; no tiene fórmulas fijas. La de hoy nos sorprende con la pregunta: ¿Qué quieres que te haga? ¿Es que no sabe lo que un ciego puede querer? ¿O será que quiere oírlo de su boca? ¿O, quizá, será que hay ciegos y enfermos que se encuentran cómodos tal como están?

Es una invitación a preguntarme si de verdad quiero sanar de todo lo que quebranta mi salud interior. Claro que eso tiene un precio. El ciego lo pagó de mil amores: Le seguía glorificando a Dios.

Jesús le dijo: Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.

El Papa Francisco comenta: Necesitamos librarnos de la ceguera de la indiferencia o la costumbre con que nos acercamos al Evangelio y abrirnos a nuevas visiones de la realidad que nos permitan captar los signos de la presencia liberadora de Dios en nuestro mundo y la urgencia de secundarlos.

Y al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios.

Como aquellos que acompañaban a Jesús, también nosotros podemos pasar de largo ante los marginados al borde del camino, y tratar de que molesten lo menos posible. Pero no podemos evitar que su grito llegue a oídos del Señor. Y, quizá avergonzados, tendremos que acercar a Jesús a esos marginados. Luego, maravillados, comprobaremos que nos superan en fe y alabanza.

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa

Santander Cantabria

España 


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