Lectura del Santo Evangelio según Lucas
Lc 19, 12-26
Así que les dijo: «Un hombre de la nobleza se fue a un país lejano para ser coronado rey y luego regresar. 13 Llamó a diez de sus siervos y entregó a cada cual una buena cantidad de dinero.[a] Les instruyó: “Hagan negocio con este dinero hasta que yo vuelva”. 14 Pero sus súbditos lo odiaban y mandaron tras él una delegación a decir: “No queremos a este por rey”.
15 »A pesar de todo, fue nombrado rey. Cuando regresó a su país, mandó llamar a los siervos a quienes había entregado el dinero, para enterarse de lo que habían ganado. 16 Se presentó el primero y dijo: “Señor, su dinero[b] ha producido diez veces más”. 17 “¡Hiciste bien, siervo bueno! —le respondió el rey—. Puesto que has sido fiel en tan poca cosa, te doy el gobierno de diez ciudades”. 18 Se presentó el segundo y dijo: “Señor, su dinero ha producido cinco veces más”. 19 El rey le respondió: “A ti te pongo sobre cinco ciudades”.
20 »Llegó otro siervo y dijo: “Señor, aquí tiene su dinero; lo he tenido guardado, envuelto en un pañuelo. 21 Es que le tenía miedo a usted, que es un hombre muy exigente: toma lo que no depositó y cosecha lo que no sembró”. 22 El rey le contestó: “Siervo malo, con tus propias palabras te voy a juzgar. ¿Así que sabías que soy muy exigente, que tomo lo que no deposité y cosecho lo que no sembré? 23 Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco, para que al regresar pudiera reclamar los intereses?” 24 Luego dijo a los presentes: “Quítenle el dinero y dénselo al que recibió diez veces más”. 25 “Señor —protestaron—, ¡él ya tiene diez veces más!” 26 El rey contestó: “Les aseguro que a todo el que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Un hombre noble marchó a un país lejano para recibir la investidura real y volverse. Llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad hasta que vuelva.
Es la parábola de las minas. No es una parábola, sino dos. Quienes escuchaban a Jesús creían que el reinado de Dios se iba a revelar de un momento a otro (v 11). Jesús habla de dos cosas.
Por una parte, los siervos y las minas. La parábola se asemeja a la de los talentos; nos apremia a no instalarnos en el inmovilismo. Que los dones que el Señor nos dio, sean para los demás, crezcan, produzcan fruto con nuestro testimonio. ¿O los cuido en la caja fuerte? No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos confianza por confianza (Papa Francisco).
Por otra parte, el hombre noble que se marcha para recibir la investidura real y sus enemigos conspiran contra él. Es una historia que recuerda a la de los viñadores homicidas (Lc 20, 9). Resuena el eco del drama mesiánico previsto por el salmista: Los reyes de la tierra se sublevan, los príncipes a una se alían en contra del Señor y su Ungido (Salmo 2, 2). Hace revivir la escena de la pasión del Señor, cuando ellos gritaron: ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! (Jn 19, 15).
Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.
El que tiene: quien ha asimilado el Evangelio y ha entrado en la órbita de la gratuidad. Ya ha comenzado a degustar la plenitud de la vida. El que no tiene: quien continúa moviéndose en la órbita de la reciprocidad. Desconoce la belleza y la riqueza del Reino.
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