domingo, 17 de abril de 2022

Evangelio del 18 de abril. Lunes de la Octava de Pascua.

Lectura del Santo Evangelio según Mateo
Mt 28, 8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: 

"Alegraos." 

Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: 

"No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."

Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: 

"Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo arreglaremos y os sacaremos de apuros." 

Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. 

El reloj se detiene. Durante ocho días, en todo momento, marcará aquella hora del amanecer del primer día de la semana.

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

Ellas. En el Evangelio de Mateo son María Magdalena y la otra María. En Marcos, María Magdalena, María de Santiago y Salomé. En Lucas, las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea. En Juan, solamente María Magdalena. Los Evangelistas se sienten muy libres al narrar las experiencias de Resurrección; son algo muy personal. Tanto aquellos como nosotros, tenemos acceso a la experiencia de la Resurrección por la fe.

Con miedo y gran gozo. Están desconcertadas. Un ángel del Señor les ha dicho que Jesús ha resucitado y que comuniquen la noticia a los discípulos. Ellas, aunque con mucha reticencia, se disponen a obedecer.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Alegraos!... No temáis.

Y les confirma en la misión de comunicar la noticia a mis hermanos. ¡No temáis! Es el estribillo tan insistentemente repetido a lo largo del Evangelio. Siendo el miedo la reacción natural ante peligros, amenazas o sobresaltos, es normal que vayamos por la vida bien protegidos en nuestros reductos fortificados; como las tortugas. Pero cuando resplandece la fe en el Resucitado, el miedo se desvanece, y nada teme quien cree en este Dios que es Jesús, que por amor ha muerto y ha resucitado.

Mientras las mujeres iban de camino

Ahora, tras el encuentro con Él, caminan libres y serenas. Han buscado al Crucificado y han encontrado al Resucitado. Como dice el Papa Francisco, la última palabra no es el sepulcro, ¡no es la muerte, es la vida!, esta es nuestra certeza.

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España

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