martes, 19 de abril de 2022

Evangelio del 20 de abril. Miércoles de la Octava de Pascua.

Lectura del Santo Evangelio según Lucas
Lc 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: 

"¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" 

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: 

"¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" 

Él les preguntó: 

"¿Qué?" 

Ellos le contestaron: 

"Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron." 

Entonces Jesús les dijo: 

"Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" 

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: 

"Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." 

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: 

"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" 

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: 

"Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." 

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


¿De qué vais conversando por el camino?

Podría haberse acercado con actitud agresiva, y echarles en cara el poco caso que han hecho a sus palabras sobre su muerte y resurrección. Pero opta por acercarse con paciencia y mansedumbre. Comprende que su muerte en cruz y su resurrección son desatinos para el sentido común y la razón. Podría también haberles ofrecido sin dilación una absolución general; prefiere darles tiempo y que se explayen. Sabe bien que la psicología humana pide que las heridas interiores se curen clarificándolas con palabras ante el confesor…, o el psicólogo. Hoy Jesús ejerce de confesor con aquellos dos discípulos.

¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

Es fácil identificarnos con los discípulos de Emaús. Nos pasa como a ellos: caminamos con Él pero no le reconocemos. Necesitamos que Él, el gran Oftalmólogo, elimine las cataratas que nublan los ojos y no nos permiten reconocerle. Lo hace recurriendo al insustituible instrumento de las Escrituras: Comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a Él. No hay encuentro transformante y transfigurante con el Resucitado sin una familiarización con las Escrituras. El sello de garantía de semejante encuentro es la integración en la comunidad: Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once.

El camino de Emaús se convierte en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. Jesús nos explica las Escrituras y vuelve a encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerza (Papa Francisco).



Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España


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