lunes, 2 de mayo de 2022

Evangelio del 3 de mayo. San Felipe y Santiago, apóstoles.

Lectura del Santo Evangelio según Juan
Jn 14, 6-14

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a Tomás:

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

Felipe le dijo: 

“Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”.

Jesús le respondió: 

“Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: Muéstranos al Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que Yo hago, y aún mayores, porque Yo me voy al Padre. Y Yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, Yo lo haré”.
 

Hoy es el aniversario de la consagración de la basílica de estos dos apóstoles en Roma el año 560. De Felipe tenemos un bosquejo preciso y precioso en sus palabras a Nicodemo: Ven y verás (Jn 1, 46). A Santiago el Menor se le atribuye la carta de Santiago. Gozaba de gran autoridad en la comunidad de Jerusalén; allí fue lapidado (Hch 12, 1).

Le dice Felipe: Señor, enséñanos al Padre y nos basta.

¿Cómo es el Padre? La imagen que tenemos, desde niños, es la de un anciano de barba blanca. A Felipe le gustaría saber cómo es de verdad. Jesús se lo hace saber con toda claridad: Tanto tiempo llevo con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. En otro momento dirá: Yo y el Padre somos uno (Jn 10, 30). Entonces, a la pregunta ¿cómo es el Padre?, la respuesta es: como Jesús. Quienes con la luz y la fuerza de la fe vemos a Jesús y seguimos sus pasos, haremos las obras que Él hace y aún mayores. Así de sencillo, así de grandioso.

Hacemos nuestras las palabras de Pablo: Porque en Él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la plenitud en Él (Col 2, 9). No necesitamos embarullarnos con el misterio trinitario. Basta que, como dice Juan de la Cruz, pongamos los ojos solo en Él. En este hombre, de carne y hueso como nosotros, que encontramos en las páginas de los Evangelios. Así alcanzamos la plenitud. Así lo hacía la gran maestra Teresa de Lisieux: Solo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España. 


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