jueves, 22 de diciembre de 2022

Evangelio del 23 de diciembre. Viernes 4° de Adviento.

Lectura del Santo Evangelio según Lucas
Lc 1, 57-66

Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. Los vecinos y parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se congratulaban con ella. Al octavo día fueron a circuncidarlo y lo llamaban como a su padre, Zacarías. Pero la madre intervino: 

No; se tiene que llamar Juan. 

Le decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre. Preguntaron por señas al padre qué nombre quería darle. Pidió una tablilla y escribió: 

Su nombre es Juan. 

Todos se asombraron. Al punto se le soltó la boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios. Toda la vecindad quedó sobrecogida; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea y los que lo oían reflexionaban diciéndose: ¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor lo acompañaba.

Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo.

Antes de hablarnos del nacimiento del Bautista, el Evangelista Lucas nos ha dicho: María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa. Suponemos que María vuelve a Nazaret después del nacimiento y circuncisión del niño Juan. María e Isabel han compartido durante tres meses secretos e inquietudes. La amistad les proporciona lucidez y ánimo para afrontar los retos que les esperan. Sobre todo a María cuando regrese a Nazaret; también a Isabel cuando parientes y vecinos se empeñen en llamar Zacarías a su hijo.

Al octavo día fueron a circuncidarlo y lo llamaban como a su Padre, Zacarías. Pero la madre intervino: No; se tiene que llamar Juan.

La gente no entiende, no está de acuerdo. Se escandalizan. Las viejas costumbres son santas costumbres porque consagradas por siglos de vigencia. Isabel no cede, y la vecindad recurre al padre del niño. Zacarías pidió una tablilla y escribió: Su nombre es Juan. No hacen sino obedecer el mandato del Señor. Pero es que, además, les gusta lo que el nombre de Juan significa: Dios ha sido misericordioso.

Costumbres, rutinas, pasados…, saltan por los aires cuando Dios interviene. A Dios le gusta desinstalarnos, cuando a nosotros nos gusta que nos dejen tranquilos. Lo del nombre fue el primer destello de la gran revolución religiosa que culmina en el Dios crucificado por amor. Un Dios de clemencia, de perdón, de gratuidad; nada que ver con un Dios rígido y justiciero.

Necesitamos, como Isabel y Zacarías, romper con tanto vecino, tanta costumbre, tanto pariente, tanta tradición. Así será el día en que nos sintamos sumergidos en el océano del amor gratuito de Dios.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario