domingo, 25 de diciembre de 2022

Evangelio del 26 de diciembre. San Esteban.

Lectura del Santo Evangelio según Mateo
Mt 10, 17-22

Jesús les dijo: 
"¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus consejos, y los azotarán en sus sinagogas. Ustedes incluso serán llevados ante gobernantes y reyes por causa mía, y tendrán que dar testimonio ante ellos y los pueblos paganos. Cuando sean arrestados, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir. Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes. Un hermano denunciará a su hermano para que lo maten, y el padre a su hijo, y los hijos se sublevarán contra sus padres y los matarán. Ustedes serán odiados por todos por causa mía, pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará."

Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: Señor Jesús, recibe mi espíritu… Señor, no les tengas en cuenta este pecado.

El libro de los Hechos de los apóstoles nos presenta la muerte del primer mártir, Esteban, de tal manera que resulta sencillo ver como telón de fondo la muerte de Jesús. También Esteban se abandona en los brazos del Señor y pide el perdón para quienes le apedrean.

Pero, ¿por qué algo tan trágico al día siguiente de Navidad? Sencillamente porque ese niño tan tierno del pesebre de Belén apunta desde el primer momento a la cruz. Cuando ese niño crezca nos lo dirá muy crudamente:

El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se revelarán los hijos contra sus padres y los matarán.

Quienes lloramos lágrimas de gozo ante el niño de Belén debemos tener claro que nos tocará derramar lágrimas de sangre, porque no está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo (Mt 10, 24).

Detrás de la muerte de Esteban no hay ideas o ideales. Hay un señor que se llama Jesús: el Señor. Contemplando la muerte de Esteban aprenderemos a no sorprendernos ante las persecuciones del mundo. Aprenderemos, además, que la mundanidad florece también en ambientes religiosos y piadosos. Lo malo sería convivir apaciblemente con la mundanidad. Sería señal de que hemos perdido el camino del niño de Belén; camino que comienza en un pesebre y acaba en una cruz.

¿Por qué, Señor, tanta sangre y tanta injusticia? Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos (Is 55, 8). Pensamientos y caminos misteriosos. Pero sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman (Rm 8, 28).


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España. 

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