Lectura del Evangelio según Juan
Jn 17, 17-26
Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
“Pero no ruego solamente por estos sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos; para que todos sean uno así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean[a] en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me has dado para que sean uno, así como también nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado como también a mí me has amado.
“Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos”.
Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.
Para que contemplen mi gloria. San Juan de la Cruz, cuya fiesta celebramos hoy, dice al final de su Oración del Alma Enamorada: ¡Sal fuera y gloríate en tu gloria! Escóndete en ella y goza. ¡Sal fuera! No permanezcas ocupado contigo mismo; ni siquiera santamente ocupado contigo mismo. Lo nuestro, por muy santo que parezca, no debe ser un obstáculo para que lo suyo ocupe el centro de nuestra existencia. Marta andaba ocupada con muchas y muy santas cosas. Pero fue su hermana María, sentada a los pies de Jesús, la que escogió la mejor parte.
Para que contemplen mi gloria. ¡Sal fuera y gloríate en tu gloria! El Evangelista Juan gozó contemplando su gloria: Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14). La contempló a los pies de la cruz. Allí es donde vio a Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, el que sostiene todo con su palabra poderosa (Heb 1, 3). Su gloria es nuestra gloria porque, como dice Juan de la Cruz en esa misma oración: Cristo es mío y todo para mí.
Para que contemplen mi gloria. ¡Sal fuera y gloríate en tu gloria! Podría haber dicho mi verdad, o mi amor; que todo es uno. La muerte de Jesús es la manifestación más cumplida del amor; el momento de la suprema gloria o verdad. Así lo había dicho Jesús: Ha llegado la hora en que sea manifestada la gloria del Hijo del Hombre (Jn12, 23). Gloria que no tiene nada que ver con honores o éxitos; que sí tiene todo que ver con la fidelidad en el amor, un amor llevado al extremo.
¡Sal fuera y gloríate en tu gloria! Escóndete en ella y goza.
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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