martes, 19 de febrero de 2019

Evangelio del 19 de febrero. Martes sexto.

Lectura del santo Evangelio según Marcos Mc 8,14-21

Se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Él les hacía esta advertencia: 

«Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.» 

Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose cuenta, les dice: 

«¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?» 

«Doce», le dicen.

«Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogisteis?» 

Le dicen: «Siete.» 

Y continuó: «¿Aún no entendéis?»



¿Todavía no comprendéis?
El Evangelio de ayer concluía: Dejándolos, se embarcó de nuevo y pasó a la otra orilla. Dejó plantados a los fariseos y se ha marchado disgustado. El Jesús del Evangelio de hoy es un Jesús estresado. ¿Quizá ahora, en la barca, a solas con los discípulos, se serenará? Lo intenta. Les dirige la palabra: Absteneos de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Pero no le entienden. Así que el desencanto de Jesús sigue vivo; desencanto que se pone de manifiesto en un torrente de reproches: ¿Tenéis acaso la mente embotada? ¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís?

¿Todavía no comprendéis?
Jesús fue un incomprendido. Afrontó la incomprensión por parte de sus enemigos; es una incomprensión menos dolorosa. La que realmente duele es la que proviene de los más cercanos; es una incomprensión que provoca desaliento. Será bueno y saludable contemplar a este Jesús en nuestros momentos de desencanto y decepción, cuando estemos tentados de tirarlo todo por la borda, ante el embotamiento de las mentes y de los corazones de aquellos con quienes convivimos. Estemos atentos, porque las mentes y los corazones embotados son altamente contagiosos. A la larga consiguen arrebatar las armas de la lucha y hacer que los guerreros más decididos acaben cediendo y sentándose en las poltronas de la rutina y de la inercia.

¿Todavía no comprendéis?

A todos los discípulos nos cuesta mucho una buena sintonía con Jesús. Son muchas las interferencias que la obstaculizan. Que no nos extrañe, porque, incluso después de la Resurrección, Jesús se lamenta de la incredulidad de los suyos (Mc 16, 14). Lo nuestro es mantenernos siempre, como con aquellos viejos aparatos de radio, intentando sintonizar con Él un poquito mejor.




Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 



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