martes, 5 de marzo de 2019

Evangelio del 6 de marzo. Miércoles de Ceniza.

Lectura del Evangelio según Mateo
Mt 6, 1-6; 16-18

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.»
«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.»
«Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.»



Cuando des limosna… Cuando oréis… Cuando ayunéis.
Primero la limosna, el prójimo; que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Después la oración, Dios; en la más honda interioridad. Finalmente el ayuno, uno mismo; sin alardes exteriores. Son los tres frentes de la vida cristiana, especialmente enfatizados en estas semanas de Cuaresma. Seis semanas largas de preparación a la Pascua; al fascinante misterio de un Dios que se hace hombre y que nos ama hasta el extremo de la cruz.

Hemos asociado la Cuaresma al color morado, a la penitencia… ¿a la tristeza? El tiempo de preparación para algo tan grandioso como la Pascua no debe ser un tiempo triste. La Cuaresma debe ser un camino que nos lleve a un conocimiento más profundo del amor de Dios y, por tanto, al gozo inmenso de sabernos amarnos por encima de todo. Porque, como dice Pablo, nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en el Crucificado (Rm 8, 39). Nada. Tampoco el pecado.

Comenzamos la Cuaresma con el rito de la ceniza. Antiguamente la imposición de la ceniza estaba acompañada por estas palabras: Recuerda que eres polvo y que al polvo volverás. Era una invitación a emprender el camino cuaresmal con los ojos centrados en nuestras miserias, y así conducirnos al arrepentimiento; camino tristón.

Hoy, las palabras que acompañan la imposición de la ceniza son: Conviértete y cree en el Evangelio. Es una invitación a poner los ojos en quien nos amó hasta el extremo. San Juan de la Cruz dice: Pon los ojos sólo en Él. Sólo en Él. No perdamos tiempo con nosotros mismos. El camino cuaresmal, comenzado así, se convierte en un camino fascinante. Dice el Papa Francisco: La Cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida. Cierto que somos barro, pero somos barro en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España 


               

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