Lectura del Evangelio según Juan
Jn 17, 1-2; 9; 14-26
Jesús habló de estas cosas y,
levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu
Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, así como le diste autoridad sobre todo hombre para que dé vida eterna a todos los que le has dado.
Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo sino por los que
me has dado; porque tuyos son.
Yo les he dado tu
palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No
ruego que los quites del mundo sino que los guardes del maligno. No son
del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos
en la verdad; tu palabra es verdad. Así
como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en
la verdad.
Pero
no ruego solamente por estos sino también por los que han de creer en mí por
medio de la palabra de ellos; para
que todos sean uno así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos
lo sean en
nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les
he dado la gloria que tú me has dado para que sean uno, así como también
nosotros somos uno. Yo en
ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca
que tú me has enviado, y que los has amado como también a mí me has amado.
Padre,
quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado para
que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la
fundación del mundo. Padre
justo, el mundo no te ha conocido pero yo te he conocido, y estos han conocido
que tú me enviaste. Yo les
he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor
con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.»
El año 1973 se introdujo esta fiesta en el calendario litúrgico español, el jueves después de Pentecostés. Posteriormente se han sumado algunos países de Sudamérica.
Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti, ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado.
La Palabra de Dios nos dice: El sumo Sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado (Heb 4, 15). El Papa Pío XII, comenta estas palabras de san Pablo, tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús (Flp 2, 5), diciendo: Esto exige de todos los cristianos que, en la medida de las posibilidades humanas, reproduzcan en su interior las mismas disposiciones que tenía el divino Redentor cuando ofrecía el sacrificio de sí mismo: disposiciones de una humilde sumisión, de alabanza y de acción de gracias.
A los dos adjetivos de la fiesta de hoy podría añadírsele un tercero, de modo que el título quedase así: Jesucristo, sumo, eterno y único sacerdote. Porque el suyo es el único sacerdocio en la nueva economía de salvación. Y todos los bautizados somos hechos partícipes de ese sacerdocio: Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz (1 P 2, 9).
Al celebrar de forma especial la santidad y belleza del Sacerdocio de Cristo en esta fiesta, no solo se anima a los sacerdotes a vivir su sacerdocio ministerial sino que también se alienta a los fieles a intensificar la vivencia espiritual de su sacerdocio bautismal.
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
Fuentes: Bible Gateway
https://www.oblatos.com/wp-content/uploads/2018/05/Jesucristo_sumo_y_eterno_sacerdote.jpg
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