Lectura del Evangelio según Lucas
Lc 9,1-6
Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo:
«No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. Y si algunos no os reciben, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.»
Partieron, pues, y recorrieron los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
Convocó a los Doce y les confirió poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades.
Es
como para restregarse los ojos; es como para volver a leer la frase. Es
que uno alucina ante los asombrosos poderes que Jesús confiere a los
Doce. Pero es que la cosa no queda ahí; todo eso es válido también para
nosotros, porque en otro lugar Jesús nos dice: Os lo aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores (Jn 14,12). Más impresionante aún. Seguramente todos tenemos que pedir perdón al Señor porque no lo acabamos de creer.
Les dijo: No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas.
¡Nada!
¿Quizá la falta de fe en los poderes recibidos se debe a nuestra
alergia a ese NADA? La tarea de la evangelización, o difusión del Reino
de Dios, tiene como distintivo la pobreza evangélica. Es una tarea que
no debe confiar en ningún tipo de seguridad humana, sino poner toda la
confianza únicamente en el Señor. Todo evangelizador, que es lo mismo
que decir todo discípulo o todo creyente, tiene que contar también con
otra pobreza: la falta de acogida. Como sucedió al Maestro. Jesús nos
hace superricos en autoridad sobre demonios y enfermedades; y así será
si despojados de toda seguridad humana.
¿Quizá
esto resulte más complicado hoy debido al enorme poder de seducción de
la tecnología? Quizá. Lo cierto es que no necesitamos de grandes
impedimentos para que se nos opaque lo esencial de la vida, que es la
ternura y la gratuidad de este Dios nuestro que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4).
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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