El Espíritu lo inunda todo.
Jn 20, 19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
«La paz con vosotros.»
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez:
«La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.»
Dicho esto, sopló y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos.
Al atardecer de aquel día. El día de la Resurrección. El Evangelista Juan presenta los dos grandes eventos pascuales, Resurrección y Pentecostés, como sucedidos en el mismo día; el primero de la semana, el de la nueva creación, el del cielo nuevo y de la tierra nueva (Is 65, 17).
Con las puertas bien cerradas. El Espíritu las abre de par en par. Al Espíritu no le va lo cerrado; ni los miedos, ni lo previsible, ni lo perfectamente programado. Al Espíritu le va mejor la frescura y la provocación.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: Recibid el Espíritu Santo.
Sopló. Evocamos la creación, cuando Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida (Gen 2, 7). Y el momento en que Jesús,inclinando la cabeza entregó el Espíritu (Jn 19, 30).
Es cierto que somos barro, vasijas de barro; de escasa capacidad para dar y de enorme capacidad para recibir. Pero no estamos huecos, sino llenos del Espíritu. Dice Pablo: Ese tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que su fuerza superior procede de Dios y no de nosotros (2 Cor 4, 7). Con el Espíritu, todo es posible para la pobre vasija de barro. Libre de miedos, abre puertas y ventanas, y puede emprender tranquilamente tareas antes impensables. Y todo esto acaece según el estilo del Espíritu: de forma callada y discreta. Como lo hizo con una muchacha de Nazaret.
Jesús repitió: Paz con vosotros.
La presencia poderosa del Espíritu en la pobre vasija de barro se pone de manifiesto especialmente con dos dones: la paz y el perdón. Una paz más profunda que los conflictos y tensiones de la vida. Y un perdón más amplio que el sacramental y que está en manos de todo creyente: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados.
Parroquia
de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa
Santander Cantabria
España
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