sábado, 16 de enero de 2021

Evangelio del 17 de enero. Domingo segundo.

 


Lectura del Evangelio según San Juan

Jn 1, 35-42

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice:

«He ahí el Cordero de Dios.»

Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice:

«¿Qué buscáis?»

Ellos le respondieron:

«Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?»

Les respondió:

«Venid y lo veréis.»

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice:

«Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo.

Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo:

«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra".



Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: ¿Qué buscáis? Ellos le respondieron: Rabbí, ¿dónde vives? Venid y lo veréis.

Este mes de enero es el mes de las Epifanías. Primero la de los Reyes, cuando Jesús se manifiesta a los sabios de Oriente. Luego, la del Jordán, cuando la voz del cielo manifiesta la identidad de Jesús. Hoy tenemos la epifanía o manifestación de Jesús a dos discípulos. Aquel encuentro fue una revelación tan impactante que marcará un antes y un después en las vidas de Juan y de Andrés. El Evangelista lo recuerda con cariño y con detalle: Eran como las cuatro de la tarde.

¿Qué buscáis?

Es la pregunta que Jesús nos hace a todos. Los cristianos viejos, corremos serio peligro de dejar de buscar. ¿Quizá porque creemos haber encontrado? ¿Quizá porque nos hemos cansado de buscar? Ser cristiano consiste fundamentalmente en mantener una relación cálida y cercana con Jesús. No puede seguir a Jesús quien se sienta y se instala. El seguimiento de Jesús exige movimiento y búsqueda. Quien deja de buscar se petrifica, se momifica. Si se deja de añadir leña al fuego, el fuego se apaga.

Andrés encuentra a su hermano Simón y le dice: Hemos encontrado al Mesías.

Un cristianismo petrificado y momificado no tiene atractivo alguno. Solamente provoca lástima entre los no creyentes. Un cristianismo petrificado y momificado es pieza de museo. Pero un cristianismo vivo, como el de Andrés, ejerce una influencia profunda y saludable en el entorno. Provoca admiración y envidia en parientes y amigos, aunque no lo confiesen. Claro que la fe se propaga por la palabra; pero se propaga más por el poder de atracción del testimonio de quienes vivimos una relación cálida y cercana con el Señor Jesús.

Preguntémonos si acaso no nos hemos convertido en piezas de museo, o si somos Andreses y Juanes que, con nuestro testimonio de vida, contagiamos salud interior, luz y paz.


Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.

Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa

Santander Cantabria

España 

Fuentes: http://smoranchel.blogspot.com/2018/01/segunda-semana-del-tiempo-ordinario.html

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            https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-03/oracion-papa-francisco-divino-amor-salus-populi-romani.html

      


 


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