sábado, 2 de enero de 2021

Evangelio del 3 de enero. Domingo 2º de Navidad.


"La Palabra acampó entre nosotros."


Lectura del santo Evangelio según Juan

Jn 1, 1-18

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. 

En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. 

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: 

«Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» 

Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.



Al principio ya existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios, y la Palabra era Dios.

Mateo abre su libro con la genealogía humana de Jesús; Juan comienza el suyo con la genealogía divina. Mientras los sinópticos inciden más en la realidad humana de Jesús, Juan acentúa más su realidad divina. Pero todos ellos se complementan perfectamente. Juan ha elaborado con mucho esmero este prólogo que es un himno al misterio más profundo de la persona de Jesús.

La Palabra se hizo hombre.

Dios ha querido comunicarse; su Palabra y su Ser son una misma cosa. Dios se comunica, se da a sí mismo, Se hace hombre y, como todos nosotros, nace de una mujer: Se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres (Flp 2, 7). Jesús es el núcleo del plan de Dios desde antes de la creación. Y esta Palabra que es Jesús, hecha carne, puede ser entendida por todos, comenzando por los más humildes. Los humildes tienen mayor capacidad para entender el lenguaje de la Verdad y el Amor, que son la misma cosa.

La Palabra acampó entre nosotros.

No es necesario salir de nuestro mundo y de nuestra carnalidad para encontrarnos con Él. Tampoco son necesarios los estudios para vivir en comunión con Él. Sí es necesario el silencio para, primero, escuchar la Palabra hecha libro en los cuatro Evangelios; y para, después, afianzar la comunión con Él en la Eucaristía; y para, finalmente, culminar la plena sintonía con Él en la práctica de su mandamiento.

Hemos contemplado su gloria.

El Evangelista fue testigo del resplandor de la gloria de Dios en el monte de la Transfiguración. Pero donde el pasmo y el asombro llegaron a su máxima expresión fue al pie de la cruz. Así lo describe: Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Jesús mismo lo expresa con estas palabras: Y yo, cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 32).


Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del Pueblo Romano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.

Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa

Santander Cantabria

España 


Fuentes: https://i.pinimg.com/originals/60/72/6f/60726f49ae134650a0547dcd6afc3050.jpg

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