viernes, 25 de marzo de 2022

Evangelio del 26 de marzo. Sábado 3º de Cuaresma.

Lectura del Santo Evangelio según Lucas

Lc 18, 9-14


Jesús dijo esta parábola por algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a los demás. 

«Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: 

"Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas". 

Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: 

"Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador".

Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido».



Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.

No es la única parábola dirigida a quienes se tenían por justos y despreciaban a los demás. La oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo perdido, tienen introducción parecida (Lc 15, 1-3).

El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás.

Este hombre, a los ojos del pueblo, es modelo de lo que debemos ser; a los ojos de Dios, de lo que no debemos ser. Es fácil ser fariseo. Lo somos, por ejemplo, cuando calificamos a personajes de la política o de la farándula como escoria de la sociedad.

No podemos dudar de la sinceridad del fariseo; dice lo que siente. Se siente tan bien consigo mismo, y no encuentra razón para preguntar a Dios cómo se siente con él. La complacencia le ciega.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo…

Este hombre, a los ojos del pueblo, es modelo de lo que no debemos ser; a los ojos de Dios, de lo que debemos ser. Es fácil ser publicano. Lo somos, por ejemplo, cuando estamos hartos de nuestros pecados; por mucho que lo intentamos, no desaparecen. A Él no le disgustan tanto como a nosotros porque son la mejor oportunidad para acercarnos a Él. Siente predilección por nosotros cuando nos ve débiles y heridos.

Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no.

Se ha reconocido pecador. Nada más. Y se sabe perdonado. Sabe que su mérito no es otro que la misericordia de Dios: El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Cor 1, 31).


P A Z

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa

Santander Cantabria

España 


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