sábado, 26 de marzo de 2022

Evangelio del 27 de marzo. Domingo 4º de Cuaresma.

 


Te sigo queriendo.


Lectura del santo Evangelio según Lucas

Lc 15, 1-3; 11-32


En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

"Ése acoge a los pecadores y come con ellos." 

Jesús les dijo esta parábola: 

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»


Un hombre tenía dos hijos.

Ningún retrato de Dios mejor que el de esta parábola del hijo pródigo. Ninguna descripción más comprensible del misterio de Dios. Jesús quiere que cuando pensemos en Dios, le veamos como Padre bueno, no como rey majestuoso o juez severo. El Padre bueno que sufre cuando el hijo menor se marcha; sufre porque sabe lo mucho que ese hijo va a padecer. El Padre bueno que se alegra cuando regresa el pródigo; se alegra tanto que abraza al muchacho e interrumpe su confesión. Ni sermonea, ni impone desagravios o penitencias. Su mayor deseo es que los dos hijos se sienten juntos y junto a él en la mesa del banquete.

El hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Se las prometía muy felices. Durante un tiempo fue el rey de la farándula, de la jet-society. Pero pronto quedó sin dinero y sin amigos. Es tremenda la estampa del muchacho rodeado de cerdos y pasando hambre. Es entonces cuando empieza a brillar en él la luz de la sabiduría. Se da cuenta de que en ninguna parte se vive mejor que en la casa de su padre. Con mucha vergüenza y con poco verdadero arrepentimiento, porque solo piensa en sí mismo, se levanta y vuelve a su padre. El recibimiento de su padre le aturde; y entonces le llega el verdadero arrepentimiento.

Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas… Se irritó y no quería entrar.

El padre sale también al encuentro del hijo mayor y escucha paciente sus quejas. El muchacho lleva una vida muy ordenada. Dice a su padre: jamás dejé de cumplir una orden tuya. Es un muchacho muy responsable, pero no ha aprendido a amar. Sí que ha aprendido a exigir sus derechos y a ultrajar a su hermano.

Seguramente a todos nos resultará sencillo identificarnos tanto con el hijo menor como con el hijo mayor. Pero lo ideal será que tratemos de identificarnos siempre con el padre de los dos hijos.





                                                                            P  A  Z

Dios te salve, María, 
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres 
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa

Santander Cantabria

España 



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