jueves, 7 de abril de 2022

Evangelio del 8 de abril. Viernes 5° de Cuaresma.

Lectura del Santo Evangelio según Juan
Jn 10, 31-42

 Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Entonces Jesús dijo: 

“Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”

Los judíos le respondieron: 

“No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.

Jesús les respondió: 

“¿No está escrito en la Ley de ustedes: 
«Yo dije: Ustedes son dioses»?
Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre”.

Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.

Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: 

“Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. 

Y en ese lugar muchos creyeron en Él.
Palabra del Señor.

Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle.

Ha subido a Jerusalén para la fiesta de la Dedicación. Es invierno y se pasea en el atrio del templo (v. 22-23). Los dirigentes judíos quieren apedrearle porque, siendo hombre te haces a ti mismo Dios. Jesús, a pesar de las piedras, no parece alterado. Parece acostumbrado a ver piedras en manos judías.

Tratando de comprender a aquellos hombres tan religiosos y tan opuestos a Jesús, entendemos que su Dios tiene poco que ver con el Dios de Jesús. No es sencillo aceptar el Dios de Jesús; tampoco para quienes pensamos que sí lo hemos aceptado. Nos cuesta asimilar la locura de la Encarnación y de la Cruz. Nos cuesta enterarnos de tanta misericordia y gratuidad.

Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.

Jesús, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo (Flp 2, 6-7). ¿Cómo reconocer a Dios en el hijo del carpintero de Nazaret, un hombre que lava los pies de sus discípulos y luego es crucificado?

Aquellos dirigentes judíos pueden ser exculpados. Y, con ellos, todos los que no aceptan la tremenda irracionalidad de un Hombre-Dios. Pero nosotros, los que hemos sido agraciados con el don de la fe, tenemos todos los motivos para vivir en la alabanza y la gratitud. Porque, sin verlo, creemos en Él y nos alegramos con gozo indecible y glorioso, pues vamos a recibir, como término de la fe, la salvación personal (1 P 1, 8-9). 


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España

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