lunes, 2 de enero de 2023

Evangelio del 3 de enero. Martes de Navidad.

Lectura del Santo Evangelio según Juan
Jn 1, 29-34

Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo: 

“Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. De él yo dije: Detrás de mí viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo. Aunque yo no lo conocía, vine a bautizar con agua para que se manifestase a Israel”. 

Juan dio este testimonio: 

“Contemplé al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma y se posaba sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: “Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”. Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios”.

Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo: Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

¿Qué es lo que el Bautista vio en aquel hombre que se acercaba para decir algo tan fuerte como que ese hombre quita el pecado del mundo? El Bautista vio lo que el Espíritu le hizo ver. Igual que treinta años antes había hecho ver a Simeón en el niño que tenía en brazos. ¿Gozamos nosotros de esa misma luz del Espíritu cuando repetimos en la Eucaristía: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo? ¿Lo decimos con absoluta convicción? Porque es mucho lo que decimos; ¡muy mucho! ¿O quizá repetimos las palabras del Bautista de forma rutinaria sin caer en la cuenta de su grandioso significado?

El Bautista, al día siguiente y en presencia de dos de sus discípulos, repetirá las mismas palabras (v. 36). Uno de aquellos discípulos es Juan el Evangelista; se apropia de esas palabras y las repite en su primera carta: Sabéis que Él se manifestó para quitar los pecados (1 Jn 3, 5).

La esplendorosa fe que hoy brilla en el Bautista, no siempre resplandecerá de igual manera. Llegarán días de negros nubarrones en que se verá abrumado por las dudas. Y, cuando encarcelado, mandará discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? (Lc 7, 19). Es que lo que el Bautista oye de Jesús no encaja con su idea del Mesías.

La fe de todo creyente se pone a prueba en los momentos de oscuridad. El mismo Jesús lo experimentó en Getsemaní y en la cruz: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34).


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España. 

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