lunes, 11 de abril de 2022

Evangelio del 12 de abril. Martes Santo.

Lectura del Santo Evangelio según Juan
Jn 13, 21-33; 36-38

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: 

"Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar."

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecha. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: 

"Señor, ¿quién es?"

Le contestó Jesús: 

"Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado."

Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: 

"Lo que tienes que hacer hazlo en seguida."

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: 

"Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él" (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará). 

Simón Pedro le dijo: 

Señor, ¿a dónde vas? 

Jesús le respondió: 

"Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde."

Pedro replicó: 

Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. 

Jesús le contesto: 

"¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces."


Os aseguro que uno de vosotros me entregará.

Lo dice turbado en su interior. Turbado y acongojado por la traición de Judas y por el abandono de los suyos: Esta noche todos vais a fallar por mi causa (Mt 26, 31). Es ley de vida encontrarnos solos ante las decisiones más cruciales; sobre todo ante la muerte. Incluso Pedro, el discípulo más leal, le va a traicionar: Te aseguro que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. No hay traición más dolorosa que la de los más íntimos.

En Pedro apreciamos su honradez y generosidad. Ama profundamente a Jesús, pero… En él vemos lo poco que podemos fiarnos de nosotros mismos. Pedro no puede dejar de seguir a Jesús; aunque le sigue de lejos. Y así es cómo tropieza y cae miserablemente. Pero los ojos de Pedro se abrirán a la luz a través de sus lágrimas y de su vergonzosa humillación.

En Judas vemos ansias de grandeza; ansias que comparte con los demás. No era tan diferente del resto de discípulos. En Judas vemos las insondables contradicciones del ser humano. Judas rechaza al Crucificado. No acepta que el camino de la cruz sea el camino de Dios. Cree que tendría que haber otros caminos más razonables. Y como Jesús le decepcionó tanto, Judas se rebeló. Su pecado, como todos nuestros pecados graves, tiene una historia de pequeñas opciones y grandes racionalizaciones.

Después de mirar a Pedro y Judas, que nos enseñan lo que no debemos ser, miramos a Jesús que nos enseña lo que debemos ser. A Judas le ofrece el trozo de pan remojado. A Pedro, una mirada llena de compasión (Lc 22, 61).


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España

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