viernes, 22 de abril de 2022

Evangelio del 23 de abril. Sábado de la Octava de Pascua.

Lectura del Santo Evangelio según Marcos
Mc 16, 9-15

Jesús, pues, resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a los que habían sido compañeros de Jesús y que estaban tristes y lo lloraban. Pero al oírle decir que vivía y que lo había visto, no le creyeron. Después Jesús se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que se dirigían a un pueblito. Volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron. Por último se apareció a los once discípulos mientras comían, y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: 

"Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación".

Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.

Marcos es el Evangelista con menos escrúpulos para hablar de las carencias de los discípulos; especialmente de los más importantes. Evidentemente no están a la altura de lo que se espera de ellos. El día de la Resurrección Jesús escoge a una mujer de la que había echado siete demonios para anunciar la gran noticia a los discípulos. ¡Siete demonios! Significa que esa mujer había vivido alejada de Dios; como tantos otros entonces y ahora.

Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con Él, que estaban tristes y llorosos.

Habían abrigado fantásticos sueños. Se habían visto a sí mismos como colaboradores cercanos de Jesús, caudillo triunfal y victorioso. Pero todo saltó por los aires cuando le vieron muerto en la cruz. Tienen toda la razón para estar tristes y llorosos.

Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron.

No creyeron a María Magdalena. Tampoco a dos de ellos que iban caminando por el campo y dijeron que también ellos habían visto a Jesús. Hasta que Jesús se les aparece a todos cuando estaban a la mesa y les echa en cara su incredulidad.

Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.

Jesús no encomendó la misión de proclamar el Evangelio al mundo entero a los mejores creyentes. A pesar de testigos tan incapaces, el Espíritu se encarga de que el mandato de Jesús se cumpla. Y nosotros, testigos actuales del Resucitado, llevamos a cabo esa tarea viviendo una vida luminosa, confiada y entregada.


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España

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