viernes, 30 de diciembre de 2022

Evangelio del 31 de diciembre. Día 7° de Navidad.


Lectura del Santo Evangelio según Juan         Jn 1, 1-18

En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio, como testigo de la luz, para que todos creyeran por él. Aunque no fuera él la luz, le tocaba dar testimonio de la luz. Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre, y llegaba al mundo. Ya estaba en el mundo, este mundo que se hizo por Ella, o por Él, este mundo que no lo recibió. Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios. Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único, en Él todo era don amoroso y verdad.

Juan dio testimonio de Él; dijo muy fuerte: "De Él yo hablaba al decir: el que ha venido detrás de mí, ya está delante de mí, porque era antes que yo."

De su plenitud hemos recibido todos, y cada don amoroso preparaba otro. Por medio de Moisés hemos recibido la Ley; pero la verdad y el don amoroso nos llegó por medio de Jesucristo. Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; Él está en el seno del Padre y nos lo dió a conocer.


En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios.

Iluminamos este último día del año con la grandiosa obertura del Evangelio de san Juan; es un poema sublime. Si Mateo nos ofrece la genealogía judía de Jesús a partir de Abrahán, y Lucas la genealogía humana a partir de Adán, ahora Juan nos canta la genealogía divina de Jesús, la Palabra. Pronunciada esta Palabra, como dice Juan de la Cruz, Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar.

Todo existió por medio de Ella, y sin Ella nada existió de cuanto existe.

Pablo lo dice así: Todo fue creado por Él y para Él. Todo tiene en Él su consistencia (Col 1, 16-17). Y el mismo Dios lo proclama en el Apocalipsis de Juan: Yo soy el Alfa y la Omega. Aquel que es, que era y que va a venir (Apo 1, 8).

Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros.

Se hizo carne en el seno de una mujer, y de su plenitud hemos recibido todos, y gracia sobre gracia. La carne humana de Jesús no es un manto que impide ver la divinidad; la carne humana de Jesús es pura transparencia de la divinidad: El que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado (Jn 12, 45).

Podríamos caer en algo parecido a la idolatría si en nuestra relación con Jesús prescindimos de su cuerpo físico. Por eso es preciso que la contemplación y adoración del Jesús espiritual-eucarístico estén precedidas y acompañadas de la contemplación del Jesús físico-escriturístico de los Evangelios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano (Santa Teresa).


Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa. 

Santander, Cantabria. España. 

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